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octubre 08, 2013

Este año la Feria Internacional del Libro llegó con una programación interesante, si se tiene en cuenta lo que venía siendo años anteriores. ¿Qué es lo que sucede en la feria? ¿Qué esperar de ella? Y principalmente, para el tema que nos ocupa, ¿qué espacio le brinda a la narrativa reciente? Nuestro queridísimo Jorgito Fierro, enviado especial de ya te conté, nos relata brevemente, desde su muy particular punto de vista, tanto lo que ha encontrado como lo que no ha encontrado. Asimismo, nos ofrece algunas reflexiones sobre este espacio que año tras año congrega a muchos montevideanos.

 Delibrium tremens 

por Jorge Fierro


Compro más libros de los que efectivamente leo. Por esa razón intenté imponerme solo comprar un libro si lo iba a empezar a leer ese mismo día. Jamás pude. Muchas veces leer un libro no importa en absoluto. La cuestión central es poseerlo y pretender leerlo en algún momento. Es por eso que las estanterías de una librería producen un deseo que la biblioteca personal, plagada de libros sin leer, no produce.

La feria del libro, esa especie de shopping de textos diseñada para promover el consumo, despierta un hambre insaciable. Conviene ir con el dinero justo. A pesar de que la lectura parecería tratarse de un acto civilizado hay un aspecto cavernícola en ese asunto de devorar libros. No obstante, la feria siempre produce un entusiasmo ingenuo en la previa. Tal vez el problema radique en las acepciones que suelo tomar del término «feria», vinculadas a un espacio de bajo costo a partir del cual se planifica la alimentación que vendrá.

La Cámara del Libro —que organiza este evento— está compuesta por librerías, distribuidoras y editoriales. Como en todo mercado la vedette es la novedad; de ahí que las palabras más repetidas en la guía de actividades sean «lanzamiento» y «presentación». Lo nuevo no lleva descuento. De hecho, la mayoría de los libros que uno encuentra en la feria no están a precios más bajos que en el resto de las librerías. No es la idea. Uno podría pensar que en los stands de las editoriales los precios serían más bajos —al no pasar por la intermediación del librero, que por supuesto se lleva su tajada—, pero no es así. Justamente las editoriales aprovechan para vender los libros al precio que lo hacen las librerías. Quizás deban hacerlo para subsistir, o no. Los puestos de las distribuidoras son los que presentan más ofertas. Hay que prestarle atención al stand de Aletea y su cartel: «Editoriales argentinas a precios de allá». En él podemos encontrar libros de Interzona —Bizzio, Candal, Fogwil, Villoro a $200. 

¿Qué libros son los que van a parar a los cajones de ofertas? Los que poco importan para el mercado editorial (cada lector juzgará si le parecen valiosos o no), quizás porque ya no se volverán a editar, o porque sean sobras que ocupan espacio. Muchos de esos libros de oferta son los que hace dos años se lanzaban como novedad, al doble o triple de precio. Las novedades envejecen rápido, devalúan. Lo importante es saber que en esos cubículos de bajo costo hay excepciones que realmente valen la pena. Pude pispear, por ejemplo, algo de Ana Solari que creía extinto. Advertencia: las excepciones son realmente pocas, no se deje seducir por el 1x80 y 3x200; compre de a uno.

No todas las editoriales forman parte de la Cámara del Libro, y algunas que sí forman parte no están con stand propio. En el espacio que tiene la librería Finisterre se encuentran los libros de Criatura (acaba de editar grandes hits de Escanlar), los de Yaugurú, Irrupciones y H. Editores (China es un frasco de fetos de Gustavo Espinosa anda por ahí).  En cuanto al acceso a los textos, no hay problema alguno, vista su presencia dispersa en las librerías. Pero en el aspecto de obra literaria, en sentido amplio, podemos constatar una pérdida. Las mencionadas presentaciones de libros se quedan cortas. Dos ejemplos: el sábado 5 se presenta la última novela de Felipe Polleri Alemania, Alemania, editada por HUM. Si la lógica que mueve las fichas fuese estrictamente literaria, la presentación sería doble,  se agregarían los cuentos completos del mismo autor recientemente editados por Irrupciones. Lo mismo sucede con la presencia de Leo Oyola  y Sultanes del ritmo (editado en la colección Cosecha Roja de Estuario Editora) en relación a la ausencia de La Propia Cartonera, que acaba de publicar Casi sábado a la noche del propio Tigre Oyola (originalmente publicado en Página 12 y que se presentará este viernes 11 en el club Uruguay Montevideo del Paso Molino).

La gran temática anunciada en esta feria pasa por la novela negra dividida en nórdica y latinoamericana. Pienso que en términos de literatura comparada podría haberse realizado un cruce entre los protagonistas de este género. Quizás tal separación no tenga nada que ver con la competencia entre editoriales. No lo sé.

Podríamos pensar la espacialidad dentro del armado general (carpa y atrio) como una puesta en escena del poder de cada editorial. Basta con ver y comparar los tamaños de los stands y su ubicación. Hay un piso de nombre literario (1 y ½) con una presencia casi fantasmal. Lo componen el stand nórdico —para ver y no comprar—, el argentino, uno del mec y otro de la Casa de los Escritores.

Las editoriales parecen ser las protagonistas del sistema literario reciente; HUM a la cabeza. Por momentos parecía que todos los escritores querían publicar con ellos. Por momentos parecía que la editorial se quedaba. Sin embargo, este año hay que destacarlo. Hay dos instancias de presentaciones del rubro «Ficción nacional naciente». Una agrupa autores que empezaron a publicar con cierto éxito en los últimos cinco años (González Bertolino, Trujillo, Acevedo Kanopa y Peña), y la otra, autores que despertaron mucho interés en los noventa y la primera década del dos mil (Delgado, Mella y Ferreiro). La etapa de difusión y visualización para estos escritores parece haber sido superada. Ahora de lo que se trata es de indagar en la valoración.

La premisa parecería ser construir valor simbólico para que derive en valor económico a través de ventas. Por eso los premios Bartolomé Hidalgo se entregan el sábado 5, para poder usar la estampilla «ganador del premio 2013» como disparador de compras la semana que resta de feria. HUM le coloca a sus textos una cinta roja que señala «ganador del premio tal», «nominado a tal». El premio garantiza prensa y permite a la obra sobrevivir a la instancia de «novedad», quizás incluso reediciones.

Cabe destacar que dos de los tres nominados en narrativa  este año son precisamente Daniel Mella por Lava (finalmente galardonado), y Leandro Delgado por Ur, dos autores considerados recientes, ambos editados por HUM y competencia de La breve muerte de Waldemar Hansen de Carlos María Domínguez. El año pasado el ganador fue Gustavo Espinosa con Las arañas de Marte, libro que curiosamente pasó de HUM a Banda Oriental *. Si recordamos que hasta hace muy poco los autores denominados recientes solo adquirían visibilidad en virtud de una valoración extra literaria —pienso en los casos de Dani Umpi y Leo Maslíah—, y vemos cómo algunos nombres empiezan a resonar en base a premios, lecturas, reediciones y críticas, hoy en día podemos constatar un cambio en la presencia de la literatura reciente dentro del panorama narrativo local.


* A partir de esta nota desde HUM nos hicieron saber que Las arañas de Marte fue vendida para que se publicara –únicamente en esa ocasión– en el Club de Lectores de Banda Oriental, una edición de más de tres mil ejemplares. 


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