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diciembre 10, 2012


Cuando empezamos a investigar sobre la literatura rioplatense reciente, nos topamos de inmediato con la enorme dificultad de mapear todas esas narrativas. Consultamos archivos, bibliotecas, nos trazamos listas de obras y más obras para leer, después hicimos talleres internos… convengamos que el corte es bastante más que amplio. En una de esas que cundía el pánico, Jorgito tuvo la idea de armar un cuestionario para sondear entre los actores del campo cuáles eran, según sus gustos e intereses, las obras más relevantes del período, cuáles los criterios editoriales, cuál la novedad… 

Compartimos ahora las respuestas del argentino Mario Ortiz, poeta y docente de la Universidad Nacional del Sur de Bahía Blanca.


 Cuestionario: Mario Ortiz 

Dentro de las obras de los autores uruguayos y argentinos que comienzan a publicar narrativa a partir de los noventa:

  • ¿Cuáles te parecen más relevantes y cuáles te gustaron más? ¿Por qué?
  • ¿Cuáles son tus criterios para evaluar estas obras y autores?
  • ¿Cuáles te parece que han sido los criterios de las editoriales para publicar durante este período?
  • ¿Te parece que hay elementos de novedad o ruptura en estas obras?

Respuestas:

Ante todo, como resulta obvio, aclaro que contesto desde una doble posición:

  1. desde mi lugar (Argentina)
  2. desde mi relativa ignorancia.

Esto explica que (muy lamentablemente) no conozca casi nada de la producción narrativa uruguaya y relativamente poco de la argentina.
Si uno toma un suplemento cultural cualquiera, se produce un efecto de abrumación por la cantidad de textos que se publican por año. ¿Se puede dar cuenta de todos ellos? ¿Estar al día con las lecturas que promueven los diarios no implica restar tiempo a las lecturas inactuales, aquellas con las que uno arma su propia tradición?
Dicho esto, pasemos a algunos libros que me parecen importantes.

Algo que escapa a la mera apreciación subjetiva o a gustos personales es el hecho de que entre fines de la década de los 90 y principios de los 2000 hubo en la Argentina lo que muchos críticos coinciden en llamar un “retorno a lo real” en la narrativa argentina. Por supuesto que con distintas modalidades y diversos recursos técnicos que alejan a estas novelas del realismo clásico de los siglos XIX y XX. Una rápida mirada sobre ese panorama no debería dejar de lado ciertos nombres.

En primer lugar, tiene un lugar único la figura y obra de Cucurto. Bien digo: figura y obra, porque entre ambos hay una interrelación tal que pareciera ser uno desprendimiento del otro. Santiago Vega se re-crea en Washington Cucurto y desde allí despliega una maquinaria formidable de producción textual. Queda por analizar si su obra narrativa es un despliegue de su obra poética o aporta algo diferencial.

Muchos aspectos de su obra pueden ser criticados (y de hecho Beatriz Sarlo lo hizo), pero lo cierto es que en su novela Cosa de Negros (para mí la mejor de lo que llevo leído de él) inventa un lenguaje diferencial, un créole, un papiamento que es mezcla de guaraní, lunfardo, cumbia, todo ello en una sintaxis desaforada que cruza al neobarroso con Ricardo Zelarayán y Reinaldo Arenas. No cualquier escrito puede inventarse un idioma peculiar y reconocible inmediatamente sobre la página impresa.
  
En un registro diametralmente opuesto, me interesa mucho la narrativa de Eduardo Muslip. Su libro Plaza Irlanda  (Edit. El Cuenco de Plata, 2005). Con una escritura sobria da cuenta de una realidad cotidiana, pero al mismo tiempo extraña; no porque nos encontremos ante lo fantástico sino porque se trata de una realidad hasta cierto punto inabarcable, cuya lógica (si es que la tiene) no concuerda necesariamente con nuestros esquemas mentales y lingüísticos. Algo de esto encuentro también en la novela Pequeñas intenciones de Jorge Consiglio (Edhasa, 2011). El propio autor declaró que su relato está basado en una historia real, "tan real que se escapa del realismo: mi vuelta de rosca es tratar de extremar el sentido de lo real por la perversión.”

Una extraordinaria experiencia fue la lectura de la novela “Glaxo” de Hernán Ronsino. (Edit. Eterna Cadencia, 2009). Comienza en un ambiente gris y deprimente y deriva en una trama policial absolutamente sorprendente que obliga a volver a la primera  línea del epígrafe. Me interesa mucho este texto porque combina un realismo sucio con una trama rigurosamente construida, de aquellas que apreciaba Borges.

Muy impactante me resultó la novela “Los Topos” de Félix Bruzzone (Mondadori, 2008). El tema de los hijos de desaparecidos cobra un giro cada vez más sorprendente que lo aleja de ser una mera alegoría de nuestro pasado funesto. Como afirma un comentarista en un blog: “El tono va desde lo realista, casual, pasa por lo almodovariano y deriva hacia algo mucho más sórdido.”

La “novela” de Luis Sagasti Bellas artes (Eterna Cadencia, 2011) mereció con justicia estar entre los mejores libros de 2011. Puse la palabra novela entre comillas porque Sagasti (autor que vive en nuestra Bahía Blanca) construye un artefacto extraño, a medio camino entre la poesía, el ensayo y la narración breve, todo ello sabiamente tramado un plexo verbal cuya intensidad no se pierde en ningún momento. Como en una especie de recorrido virtual, se cruzan las historias reales de Vonnegut, Wittgenstein, Joseph Beuys, Ungaretti y Yuri Gagarin entre otros.

Sigo con mucha atención la obra poética y narrativa de Carlos Ríos. Su novela Manigua (Edit. Entropía, 2009) plantea un ambiente y un lenguaje absolutamente originales, extraña cruza entre ficción antropológica y ciertos rasgos estilísticos de Mario Bellatín.

Obviamente que hay otros nombres que uno debe incluir aquí, como los de Alejandro López (Keres coger? está construida con conversaciones telefónicas, material de diario, chateos, etc.); Fabián Casas; Juan Diego Incardona y un largo etcétera. Pero no me extiendo  porque debo profundizar mis lecturas de estos autores.

En otro aspecto, últimamente pareciera darse, al menos en ciertos sectores de la narrativa, un cierto alejamiento del realismo; pero esta es una hipótesis que habría que confirmar. Pienso en la obra de Pablo Katchadjian, que me interesa muchísimo. Hay una vuelta a la experimentación formal que da resultados tan extraños como EL Aleph engordado, su  novela Gracias (Edit. Blatt & Ríos), Luciano Lamberti (El loro que podía adivinar el futuro, Edit Nudista, Córdoba).
   
Con respecto a los criterios editoriales, observo con mucha alegría que en la argentina post- 2001 y la escapada del dólar, se de un explosivo aumento de la industria editorial nacional. Es absolutamente increíble la cantidad de empresas, más o menos grandes, más o menos pequeñas, que editan libros que apuestan a la calidad literaria y a la posibilidad de la experimentación formal. Acabo de mencionar algunas de ellas: Eterna Cadencia, Blatt & Ríos y Entropía. Hay que agregar una saludable consolidación de editoriales de otras ciudades del país como Nudista y Alción en Córdoba, Beatriz Viterbo en Rosario, etc.

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